No fue hasta la escucha
de mareas en mi puerta
que la repentina brisa
acudió certera con tu nombre a cuestas
y el eco de tus alas en mi laberinto
rindió mis murallas al instante.
Fue la predisposición de astros
tal vez mis instintos rebelándose
en la cárcel de mis afectos.
Al final, o mejor al principio,
estoy resonando con el vaivén de olas
descubriéndote en mi patio
sin haberte invitado.
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