Pálida sombra
que el suelo absorbe
es este cuerpo
sediento del espejo
espina de la memoria,
ráfaga del verano frío
que sustenta
la bitácora
de un dolor añejo.
El relámpago
que cortó la noche
quemó cuanto
de niñez apreciaba,
y morir... morir en cuanto
la verde sangre
drenó a la tierra.
Todo reflejo fue polvo,
los tobillos tortura
de los pasos falsos.
Quedarme bajo la lluvia
descomponiendo una lágrima
y una dedicatoria
bajo mi lengua.
martes, 18 de diciembre de 2007
Cuando mueren los recuerdos
Un delirio de Adrian en 21:49
Poemario: Desde el ocaso del alma
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