Las metáforas intranquilas dormirán dentro de una semana... para no volver y tal vez algún día renacer cuando despierte aquello que ha quedado en lo profundo

lunes, 29 de octubre de 2007

La despedida

El día que te fuiste estuve charlando conmigo en lo alto de un muro
que conoció de nuestros caprichos felices.
Mientras el avión levantaba nariz hacia el cielo
leí ese capítulo 21 que tus mejillas enrojecieron,
me perdí en los trabalenguas de situaciones tontas que nos separaron
y las tantas cosas que hicimos para herirnos.
Fue una tarde de Febrero,
el sol se escondía a ratos para no castigar mis ojos ya dolidos,
y el mar, mi eterno amigo del callado llanto,
fue papel para los miles de versos que recreé en ti.
Llevé mi cámara fotográfica,
eternicé cada segundo de mi estado de ánimo
visitando los lugares en que desatamos la furia de amantes.
Y los muros están por doquier,
fortaleza que no contuvo tus ansias de volar,
partiste hacia donde estaba tu vida soñada,
aquí no había nada que salvar.
En lo alto del faro la ciudad a lo lejos desaparecía
tras cada pestaña de mis párpados cerrados
evitando el aire que lanzaba tus besos lejanos.
Así fue mi despedida, ahogadas palabras,
conversación que no tuvo lugar,
viaje hacia el paraíso de nuestros encuentros,
recuento de cuanto fue divino, adiós en silencio,
amor que saltó para siempre de mi pecho hacia el mar
alejándose de mí, surcando aguas en pos de las caricias
que te llevaste con mi sombra.

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