Caminé a la deriva calles desiertas
hasta llegar al mar de mis historias,
la calma de la ola que me abriga.
Soñé despierto bajo estrellas sin dueño,
cubrí los segundos con el manto de tiempo
robado al pasado, sed fugaz de retroceder
y encontrar rostros silentes en la niebla.
Entonces sin más estrella que el presente
me percaté del sentimiento ausente,
la vital savia que entre mis manos escapaba.
Ahí estás, entre risas y anécdotas,
en el día a día sin esperarte, transparente.
Hoy en la mañana despierto sin brújula,
apenas con la vaga ilusión de recuperarte
porque tal vez ya amaneció en tu piel
y los eclipses adversos en que vivo
me alejan sin remedio de tu sonrisa
queriéndote mía, inevitablemente.
jueves, 13 de septiembre de 2012
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