Las metáforas intranquilas dormirán dentro de una semana... para no volver y tal vez algún día renacer cuando despierte aquello que ha quedado en lo profundo

jueves, 27 de diciembre de 2007

Muriendo

Ya no soy,
diástole y sístole ausentes,
línea horizontal
de pulsaciones alternas,
todo se detiene
y no hay luz
ni túnel al cerrar los ojos.
¿A dónde voy?
A la nada,
carente de cuerpo
y alma que sonría,
ni el crucifijo regalado
abre las puertas al cielo.
Todo es materia
descomponiéndose,
somos la energía cósmica
del origen del universo,
de allí venimos
hacia allá vamos.
Átomos de cuanto pesamos
enriquecen el suelo,
abono del hongo comestible,
banquete de artrópodos nocturnos.
No estoy,
no soy sombra
ni luz distante,
el simple eco
de un dictámen reciente,
rutina de la no vida.
Juntar cada nube
no traerá el diluvio
que salvará el mundo,
irrespirables somos,
saqueadores de tumbas,
presos de nuestras dudas.
Irracional espejo que no miente,
la paz aparente del sepulcro
no menciona las cartas
escritas al olvido,
la flor que hizo la rutina.
Ya no soy,
el quebradizo occipital
observó la ceniza
disparada de sus hermanos
y así, en verde paisaje,
sonámbulo de ausencias
cavar respuesta profunda
que venga al rescate
de lo que ya no siento.
Hiedra férrea del recuerdo,
neurona decapitada
con alas de cuervo,
y el graznido de voz conocida
despide duelo
de mis átomos el aire fundiendo
en una lágrima
al mar de mis sueños muriendo.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Cuerpo prestado

Despertar sin vida,
abrir la mañana con ojos prestados
y ese desayuno en la cama
con manos que no son mis manos,
paladar de lengua ajena.
El grito que no es mi voz
escurre la locura de esta pesadilla,
ocupación enfermiza
de otro cuerpo prestado.
La sonrisa es mueca
de surcos en la cara
con cada rastro de sangre
oculto bajo la alfombra
donde yace el pasado.
Y la música… la misma música
recurrente y enajenante
movilizando la apatía,
patético discurso en la silla dibujado.
Caer, romperse los dientes
junto al cráneo inconciente
y empezar una vez más,
pedir prestado otro cuerpo,
ser locura itinerante
por los pasillos del tiempo
rasgando cada árbol de raíces secas.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Moribunda sinapsis

Moribunda sinapsis lunática
se aloja cerca del parietal derecho
donde la bala crucificó huesos
y cada astilla santuario sangriento.
Es el coma de ojos abiertos,
de sonrisas hegemónicas y crueles,
porque donde el diafragma se detiene
un quejido es un suspiro
y cada palabra jeroglífico nuevo
que desnuda tu sexo hiriente.
Rapto de la cabellera ajustada,
vacío de órganos silentes
palpìtando sobre mesa ajena
y cuando el impulso llega
la química de una dendrita oscurece,
reflejo involuntario de cada imagen
muriendo en el cortex,
así de lóbulos sin luz,
ni drogas rehaciendo noches
se pierde visión que te duele.
Amagar una lágrima,
recoger la bilis expulsada
cuando el corazón no palpita
y sobre el suelo se pierde el iris
en neblina que de a poco
va borrando tus pasos
cuando fuiste espalda alejándose.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Derramando el cerebro

Los buitres del pedestal cielo
ahondan suerte maldita del verso muerto,
destino del caos teórico e insepulto
cada vocablo hueso enmohecido.
Donde los ojos oxidan el olvido
surgió la mirada de ácida lágrima,
y estos murciélagos de los sueños
rabiando en cavidades blancas
usurpan los estados de la materia.
Restos, solo festín de lo que no importa,
selva de acero en las costillas
derramando el cerebro,
partiendo la espina dorsal sumergida
en cada lámpara apagada.
Interruptores del grano de arena que no cae
cada espasmo de los picotazos
cuando en vendaval de luna roja
acuden a mí de la vida los lamentos.

martes, 18 de diciembre de 2007

Cuando mueren los recuerdos

Pálida sombra
que el suelo absorbe
es este cuerpo
sediento del espejo
espina de la memoria,
ráfaga del verano frío
que sustenta
la bitácora
de un dolor añejo.
El relámpago
que cortó la noche
quemó cuanto
de niñez apreciaba,
y morir... morir en cuanto
la verde sangre
drenó a la tierra.
Todo reflejo fue polvo,
los tobillos tortura
de los pasos falsos.
Quedarme bajo la lluvia
descomponiendo una lágrima
y una dedicatoria
bajo mi lengua.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Realidad vidriosa

Una campana tembló,
ocupó mi cuerpo
estos días que la nada
se hizo eterna,
y la muerte durmió
al pie de la cama.
La bilis que fueron mi ojos,
borró tus dientes
de mis pliegues neuronales.
Es así, nada, solo huesos.
Maletín de órganos
que respiran sin cierre,
radiografía sonriente.
La flor marchita que sembré
despertó con las espinas
bostezando en mis manos,
tacto de sangre sin grito,
piel sin poros abiertos.
No queda más
que recoger las sábanas,
quemar los vestigios
de la realidad vidriosa
que la garganta clama.
No se despierta
de lo que no se es,
la llama azul de un mechero
sirve de consuelo
para el dolor que no calla.
Y el infierno es vida
si en el presente
todo es silencio, cruz maldita,
sin palabras ni confianza.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Hijo mío

Hoy quiero cantarte
hijo que no tengo,
del sueño que eres
en mis días y noches.
Te juzgo travieso
si me miro en el espejo,
pero agradable angel
que en mis brazos duerme.
Si supieras mi deseo
de verte en la realidad
que cuando otros niños
cruzan mi camino
imagino tu sonrisa y abrazos.
No estás hoy
porque los planes son malos
cuando la felicidad falta
y querido mío,
te quiero sonriente
rodeado de cuatro manos
que te idolatren.
Mañana hijo mío
sé que estarás en mi cama,
tirando todo al suelo,
jugando con tus pies pequeños,
haciendo un festival de almohadas.
Feliz te quiero, saludable,
cariñoso y respetuoso,
devolviéndome el alma al cuerpo
las tardes en que regreso del trabajo,
ser el orgullo de tu madre.
Un día vendrás
sin el cuento de la cigueña,
crecerás y seguirás siendo un crío
frente a mis ojos que te sueñan.
Entonces hijo mío
no desesperes,
que le demora de tu llegada
ha sido el derrotero triste
de mis caminos.
Pero si de algo estoy seguro
es que no me iré de este mundo
sin conocerte.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Crisálida

Anfibio de mis amores
volví a la tierra que me sedujo,
el rayo de sol que me diste
se esfumó con la primera brisa
de un arbóreo estornudo.
Busqué tus huellas
en cada hoja depositada
en el fértil laberinto de tu vida,
pero volabas marcando las nubes.
Entonces me perdí
por buscarte donde no debía,
y no percatarme al conocerte
de tu cercana crisálida.

Pretexto

En el centro
del sol hay una caverna
que resplandece
con los huesos
de mis muertos,
no son cenizas, no,
son puntales
para el amasijo
de hidrógeno y helio
que desgarra la piel
y la carne.
La luz no existe
sin la oscuridad,
ni la vida sin la muerte,
el sol solo un pretexto.